FIESTA DE LA EXALTACIÓN
DE LA CRUZ
SALUDO: Queridos hermanos y hermanas:
Este Domingo, Día del Señor, día de alegría por su triunfo sobre nuestra
muerte, celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. Celebramos de Nuestro
Señor Jesucristo que “se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó, y le concedió el
“Nombre-sobre-todo-nombre”... ¡Jesucristo es Señor! Y unido al Hijo estuvo
Maria, la Madre, compartiendo la Cruz, por eso también nosotros la veneramos
como Madre y Corredentora. Mañana celebraremos su fiesta.
En
verdad el sentido de la Fiesta de hoy lo encontramos, en primer lugar en las
palabras que Jesús dice a Nicodemo en el Evangelio proclamado: “Tanto amó
Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único, para que no perezca ninguno de
los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.
En
segundo lugar, en el testimonio de nuestros mayores, que nos legaron la fe y
que hicieron vida las palabras de San Pablo a los Gálatas; “Nosotros nos
gloriamos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo. En Él esta nuestra salvación,
vida y resurrección. Él nos ha salvado y redimido”. ¡Cuántas generaciones
de baezanos a través de la historia han vivido y se han amparado en el amor de
Jesucristo clavado en la Cruz y bajo la protección de la Santísima Virgen!
Y
nosotros hemos recibido y aceptado su testigo. Y este es el sentido último de
nuestra Fiesta hoy. “Hemos conocido
el Amor”. Hemos experimentado que solo existe un amor que pueda darnos
vida y ese amor es el de Jesucristo,
cargando con la cruz y muriendo en la cruz, pues nadie tiene más amor
que el que da la vida por los amigos.
Hoy,
pues, la dedicamos a Cristo, y mañana a
su Madre, la Virgen de los Dolores (las Angustias) nuestra admiración y nuestro
agradecimiento por la hondura de su solidaridad con nuestro dolor y con nuestra
debilidad y, a la vez, por la esperanza que nos da su amor y triunfo. También
nosotros podemos decir que “no
olvidamos las acciones del Señor”. Creemos en Él, le amamos, y queremos corresponder a su amor. Es la
experiencia de tantas ciudades que, como Baeza, viven su fe y su amor a Cristo
y a su Madre, Maria Santísima.
En
verdad, Cristo, el Señor, ha devuelto a nuestra vida su sentido, nos ha
iluminado, ha respondido a los interrogantes de la vida del hombre y ha
devuelto a toda persona su verdadero rostro. Sin embargo hemos de admitir que
no todo es así: Vivimos en un ambiente laicista, desacralizado, donde Dios, lo
religioso... parece no hacer falta, donde el materialismo surgido y fomentado
invade nuestros ser, reemplazando a Cristo y a los valores del Evangelio de la
vida. Si no, pensemos en cuantos bautizados no practican su fe, y no tienen
compromisos serios de entrega y de servicio gratuito por la causa del hombre,
de los pobres y de los que sufren. Los creyentes cristianos hemos creado cierto
silencio de Dios, silencio quizá excesivo. No hablamos con Él, no hablamos de
Él. En nuestros hogares, en nuestra conversaciones apenas si aparece y menos en
los compromisos sociales. Quizá lo olvidamos en el baúl de los recuerdos y
acudimos a Él cuando nos hace falta, cuando nos aprieta la vida... No nos
acostumbremos los cristianos a vivir la ausencia del Señor.
ESFUERZO POR RESCATAR AL SEÑOR.
En
estos momentos, cuando nos disponemos a comenzar un nuevo curso con toda clase
de actividades pastorales en nuestras Parroquias, a todos nos urge hacer un esfuerzo
por rescatar al Señor, poniéndolo en el lugar que le pertenece, para ordenar
nuestra personas, nuestros hogares, nuestro ambiente y nuestro mundo; para
seguir haciendo de Baeza una ciudad cada día más cristiana, más comprometida y
solidaria con los problemas de los hermanos, en especial de los que pasan más
dificultades.
Cierto día un cofrade comprometido
y con gran amor al Señor me decía: “En la imagen de Cristo en la Cruz
hay un aire de sencillez, de anonimato, de serenidad, de amor que me llena
plenamente... Sí, Cristo en la Cruz es mucho más que una imagen para ser
procesionada, tiene algo especial que cautiva”. Sí, es su amor gratuito,
callado, universal, misericordioso, compasivo que nos enamora y nos da la vida.
Y es ese amor suyo el que hoy recibimos, celebramos y exaltamos y deseamos
vivir en nuestra ciudad de Baeza con todas las personas, en la familia, en el
trabajo, en nuestras instituciones.
No
olvidamos a la Santísima Virgen Dolorosa, pues junto al Hijo siempre estuvo y
sigue estando. Ella fue desgranando en su corazón y en su vida los misterios de
su Hijo Jesús. Por eso le llamamos de… y también Corredentora. Ahora nos
muestra a su Hijo, nos lo ofrece, nos los regala de pequeño, en la Cruz, en la
Eucaristía para que también nosotros tengamos su misma dicha: vida plena, gozo
eterno.
¡Gracias, Maria, Madre! ¡Gracias Jesucristo, Hermano. Nos habéis dado la
Vida, el Paraíso... Que no lo olvidemos, que no lo perdamos. Que lo hagamos
posible con vuestro amor para todos.
Que
la Eucaristía que estamos celebrando y que tanto aprecia vuestra Cofradía y
nuestra ciudad, sea siempre junto al amor de Jesucristo Crucificado y de su
Madre Dolorosa, el motor que impulse y sostenga la vida de todos los hijos de
Baeza.